20 de enero de 2011

Cruces

Espero a que el semáforo cambie a verde. Dos niñas cruzan de la mano de su madre, que carga con una de las dos mochilas, una bufanda y su propio bolso. Escucho un sonido metálico. Una moneda de un céntimo (o de dos o de cinco) luce en mitad de la carretera. Se le ha caído a la madre, que quiere seguir adelante para llegar al otro lado, consciente del escaso valor de la moneda y del peligro que corren en mitad de la carretera, con el semáforo en rojo. Además, siempre puede recuperar la moneda unos segundos después, con sus retoños a salvo en la acera que cada vez parece más lejana. Esto debe de pensar también una de las hijas, que ayuda a la madre a remar hacia la orilla. Pero la otra, sin duda una futura banquera de éxito, se resiste a los tirones de la madre y pelea por atrapar el tesoro perdido, consciente sin duda de la crisis que atraviesa el país; sin pensar, en cambio, que un coche puede atropellarla. La niña grita: ¡Dinero, dinero! Y su sonrisa ávara contrasta con el estupor de la madre, que mira a uno y otro lado. Al fin en la acera.