7 de octubre de 2010

Asuntos propios



El libro empieza citando a Pessoa, que es una buena manera de empezar. Después te encuentras horarios esclavos que encarcelan, una oda a la resaca, vacunas contra uno mísmo, hojas de muerto que nos hacen compañía, dudas, quimeras, niños como narcisos suplicantes de atención, la vida al final. Y luego, previo paso por Gil de Biedma y sus días escasos y laborables, encuentras el Breviario y enciendes el cigarrillo que se había apagado, presa del olvido, de la lectura. Aquí se cruzan cuatro manos en la ducha en busca de compasión, lo que tú llamas amor pero el poeta llama rutina, sumisión, dependencia, miedo a caminar solo. Piensas entonces, con el sosiego mudado en insomnio, si la verdad es un prejuicio, lo que deviene en silencio y en una llamada a los distractores de la memoria, a los amigos interesados del olvido, a los forjadores de dogmas, a los elaboradores de teorías con nuestra ciega ignorancia. Todos ellos aumentan la plaga. Por fortuna hay besos que no mienten y días de veinticuatro horas. Y memoria compartida, diálogos con sombras, bocas desnudas que no hablan de lo mismo ni de la misma forma que si estuvieran vestidas. De repente, el poeta confiesa que escribe porque conviene pensar que el azar no es el completo dueño del sueño y que ser futuro propietario de las horas bien merece el esfuerzo de llenar hojas vacías hasta la estupidez. Y nada más, para qué. Mejor aprovechar que la gente habla para guardar silencio.

ASUNTOS PROPIOS
Javier Anisa Prior
Ed. Poesía eres tú, 2010