27 de enero de 2009

Microondeces de un amigo

Con su permiso, os dejo tres textos de mi amigo Ricardo, profesor de literatura, músico y escritor (creo que no me dejo nada). Él las define como microondeces.

UN HOMBRE COMO UN DÍA DE DIARIO

Besaba como un martes: tímido, huidizo, insignificante, frugal, razonado. Era incapaz de mostrar todo el cariño que llevaba dentro porque sus besos no lo podían explicitar.
Decidió cambiar. Debía conseguir besos como sábados: pletóricos, intensos, plenos, comunicativos, irracionales.
Investigó, leyó todo la bibliografía escrita sobre el tema, entrenó los músculos faciales, practicó frente al espejo, meditó, llegó a conseguir estados de concentración absolutos, dominó chakras y tantras, arrobamientos y misticismos, nirvanas y ataraxias. Por fin se decidió a actuar y besó.
Besó con emoción, con energía, con ternura, con convicción, con amor, con mucho amor.
Pero tuvo un problema: se equivocó de persona.


UN HOMBRE DECIDIDO

Dormía como duermen las alcantarillas: pesada, herméticamente. No había alarma que le despertase y perdía un trabajo tras otro.

Un día decidió no dormir más. Luchar contra su naturaleza, enfrentarse con sus miedos más profundos y reducirlos como caballos en un rodeo. Había desarrollado una fuerza de voluntad suficiente a lo largo de su vida para afrontar cualquier reto.
Era fuerte. Enérgico. Decidido.
Empezaría, eso sí, después de echarse una siestecita. Total, por una más…


UN HOMBRE DE DOS PLATOS, PAN, POSTRE Y CAFÉ.

Existía como existe el menú del día de un bar de barrio. Efímero, insignificante, insustancial. Escrito con rotulador en un folio usado. Pasaba tan desapercibido para el resto del mundo que llegó un momento en el que nadie le veía.
Decidió hacerse detective privado.
Ahora es el mejor, gana millones. Pero nadie ha reparado en ello.


MySpace: Una pesadilla matemática